En un universo de infinitas posibilidades, donde ya tenemos al menos una muestra de vida inteligente, es razonable asumir que existen civilizaciones diferentes a la nuestra con la capacidad de realizar avances tecnológicos en algún otro lugar de nuestro universo. En nuestra afición por conocer, soñamos con descubrimientos como organismos acuáticos en los mares de Europa, detectar tecnomarcadores en una estrella lejana, vida microscópica en marte o en las hidrotermales de Encélado. La idea no es tan descabellada, habiendo alrededor de 10 mil millones de planetas similares a la tierra en la vía láctea. Lo que es seguro sería nuestro asombro y satisfacción; de lo que no podemos tener certeza es si tal descubrimiento traiga consecuencias funestas para nosotros como especie. Irónicamente, el descubrimiento más emocionante de nuestra historia podría ser el más devastador.
A pesar de que se calculan altas probabilidades de encontrar civilizaciones alienígenas, la casi nula evidencia de que exista si quiera formas de vida más simples representa una contradicción, a esto se le conoce como la paradoja de Fermi, la cual se atribuye al físico Enrico Fermi, quien argumenta que hay miles de millones de estrellas como el sol en nuestra galaxia, con planetas parecidos a la tierra orbitándolas, donde probablemente hayan civilizaciones como la nuestra, desarrollando la capacidad de realizar viajes interestelares al igual que nosotros; de esta manera, recorrer una galaxia como la vía láctea debería tomar unos pocos millones de años, y por esto, la tierra siendo un planeta de solo 4 mil millones de años debería ya haber sido visitada por viajeros espaciales (2). La razón por la que aparentemente no ha ocurrido puede tener varias explicaciones: Es válido pensar que efectivamente el universo está poblado de civilizaciones inteligentes, y nuestro corto avance tecnológico aún no nos permita notarlo. Posiblemente, la vida surja y llegue a un fin de manera continua a través del cosmos, y constantemente hayan seres pensantes preguntándose si son los únicos. Puede ser que la vida compleja sea común, pero la inteligencia sea un evento escaso. Tal vez la autodestrucción haga parte de un patrón en las poblaciones inteligentes. Existe una vasta lista de respuestas a la paradoja de Fermi, algunas tal vez muy elaboradas para ser ciertas, pero igualmente lógicas como la hipótesis del zoológico, la cual propone que si hay alienígenas, ellos ya son conscientes de nuestra existencia y actividades, y pretenden no interferir con nuestro progreso hasta ver apropiado manifestarse; comportamiento que quizá nosotros tendríamos si encontráramos un planeta que alberga vida inteligente con un desarrollo tecnológico inferior.
Llevando aún más lejos la imaginación, se ha pensado en diferentes tipos de civilizaciones hipotéticas, clasificadas en tres grupos según sus capacidades tecnológicas, estimado que se da a través de un método para cuantificar el grado de progreso según la capacidad de aprovechamiento de la energía del entorno, desarrollado por el astrofísico Nikolái Kardashov (escala de Kardashov); de lo cual se ha visto pertinente pensar que las civilizaciones más avanzadas podrían estar monitoreando silenciosamente las actividad de las formas de vida en el universo. Según la escala de Kardashov, la humanidad está apenas acercándose a la categoría tipo I de evolución tecnológica, con un valor de 0,73 (5)

La escala de Kardashov, para medir la evolución de las civilizaciones. 2018. Disponible en: https://maestroviejo.es/la-escala-de-kardashov-para medir-la-evolucion-de-las-civilizaciones/
Aunque la vida haya demostrado ser persistente, abundante y diversa en nuestro planeta, no hay ninguna evidencia contundente que sugiera la existencia de vida extraterrestre, esto puede indicar que existen filtros a escala cósmica que evite el desarrollo de organismos vivos, y haga de una civilización inteligente algo tan extremadamente difícil de realizar. A este fenómeno se le llama “el gran filtro”, un concepto desarrollado por el físico Robin Hanson como una alternativa de respuesta a la paradoja de Fermi, explicando que puede haber obstáculos que previenen el desarrollo de la vida desde la materia inerte hasta convertirse en una de las civilizaciones propuestas por Kardashov (1). Mientras seamos la única muestra de vida inteligente conocida, no tendremos forma de saber en qué momentos del desarrollo de la vida los obstáculos son más difíciles de superar.
Hay dos posibles situaciones que expliquen nuestra posición: que hayamos superado los filtros, o en realidad estamos encaminándonos a ellos, en cuyo caso nuestro fin estaría próximo, ya que aparentemente no ha habido civilización lo suficientemente avanzada como para ser detectada por nuestros medios. En caso de haber superado el filtro, no sabríamos cuál fue con exactitud, podría ser la formación de la vida misma un acontecimiento muy extraño. Si la vida inteligente es realmente común en el universo, el hecho de que no hayamos tenido contacto con seres de destacable inteligencia, y no se tenga evidencia de una colonización galáctica implica que existe un gran impedimento para que esto ocurra y la barrera está a unos pasos de nuestra actual posición (1).
Una posibilidad que puede resultar sombría pero que también se cumple en nuestra especie, es que destruir otras formas de vida haga parte de la naturaleza de seres inteligentes. Científicos célebres como Stephen Hawking advierten que una raza alienígena con la habilidad de alcanzar nuestro planeta representaría una amenaza para nosotros. Somos una sociedad hostil y competitiva, que creció a través del conflicto para llegar a ser lo que es hoy en día, y probablemente también sea el caso para las civilizaciones extraterrestres en caso de que existan. Es natural que un choque entre poblaciones sea desventajoso para alguna de estas, mientras la otra toma un provecho agresivo del encuentro. Además de esto, sería fácil para una raza extraterrestre inteligente concluir que somos hostiles, y una reacción preventiva sería tomar la delantera.
Si volvemos la mirada a nosotros, notamos que somos una especie que ha encontrado la forma de aumentar la capacidad de carga de nuestro entorno en todas las ocasiones posibles, hasta generar tasas de reproducción alarmantes. Esto mismo podría ocurrir con una población inteligente en otro sistema solar cercano. Probablemente, el filtro que no permite una extensión a nivel galáctico sea la competitividad y los conflictos internos de una especie inteligente en su propio entorno, generando un daño irreparable en este, como podría ser nuestro caso. Una forma de superar este obstáculo sería extender la población más allá del planeta de origen, siendo esta una intención notoria en la humanidad actualmente, y que podríamos estar compartiendo con posibles vecinos en la galaxia. Así mismo, podríamos ser nosotros la futura amenaza de una población extraterrestre inteligente.
Por estas y otras razones, los investigadores de los proyectos SETI (search for extra terrestrial life) han desarrollado protocolos a seguir ante la detección de señales de inteligencia extraterrestre, que se fundamentan en no dar una respuesta a alguna señal de este tipo hasta que se haya verificado por repetidas observaciones, se publique el descubrimiento, se lleven a cabo las respectivas consultas internacionales, y se haya decidido la respuesta a enviar bajo consenso (3). Las consecuencias de encontrar alienígenas son solo especulativas por ahora, aunque actualmente sea tarde para preocuparse, dado a que las señales han estado siendo enviadas desde hace varias décadas. Lo único seguro es que sería un descubrimiento fascinante, y se debe alentar la exploración a modo de no limitar el conocimiento; después de todo, sería un reto a nuestro intelecto y capacidad de resolver problemas.
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